viernes, 20 de julio de 2007

FITZCARRALDO

De que el continente americano es rico, creo que no hay discusión. Muchos países han tenido su minuto de fama en que sus recursos naturales enriquecieron las arcas, lo supo Potosí con sus minas de plata, Argentina con sus cueros, Chile con el salitre y así se puede seguir mencionando a cada país. Pero uno de los mundos más sorprendentes que se crearon fue el de las ciudades de la Amazonía sobre todo Manaos, Belém do Pará e Iquitos.
Las ciudades del caucho… las lagrimas milagrosas de lo árboles que enriquecieron a Brasil y a los países amazónicos, transformó a ese hermético mundo de los grandes árboles, de los ríos gigantes, de los animales salvajes y de los aborígenes desconocidos en la oportunidad. Parece extraño que por Goodyear y su trabajo en Vulcanización del caucho,el lugar más agreste del planeta a principios del siglo XX, comenzará a vivir el Ciclo da borracha, más conocida como la fiebre del caucho.


Werner Herzog comienza su historia desde el mítico día en que Enrico Caruso cantó en el teatro de Manaos... parecen dos mundos distintos el que el celebre tenor cruzara el Amazonas para sellar la prosperidad de una época que ahora parece cercana al Macondo de García Marquez.
Ese momento histórico es el motivo de Fitzcarraldo… ese personaje que había emigrado hasta Perú, motivado por su tenacidad de hacer algo grande para Iquitos. Sus sueños eran simples, sólo quería transportar la grandeza de Manaos a la Amazonía peruana. Ver a Klaus Kinski en los ríos de Sudamérica se me ha hecho una imagen habitual, desde Aguirre a Fitzcarraldo... la fuerza en la mirada, y porque no decirlo, su propia locura convierten a este actor alemán en la propia película.
Los que se obstinan en hacer sus sueños realidad son sonámbulo
s, son peligrosos y no se les puede despertar. La locura de Fitzcarraldo parece cuerda cuando comienza a subir río arriba en una selva habitada por los jíbaros. La opera es el sonido que lo transporta contra la corriente... hacia la incomprensión de la tripulación.
Pero en esta historia hay un punto de inflexión que transforma la película Fitzcarraldo de película interesante a algo que está por sobre todas las dimensiones del cine. Cometeré el pecado de contarles que cuando ha pasado gran parte de la historia... y con ayuda de los aborígenes, la tenacidad de Fitzcarraldo desea transportar el barco por sobre una montaña a pulso.
Ese es Werner Herzog, tan obstinado como Fitzcarraldo que transforma el paisaje para lograr la hazaña... el corazón s
e hincha al ver semejante acción, de ver como el esfuerzo conjunto pese a lo agreste de la selva... un barco se avanza por la montaña en busca del río paralelo, sin efectos especiales, sin maquetas, sin efectos de computador... sólo el temple de un director y un actor con caracteres completamente opuestos... y en constante disputa.

¿Qué hubiese sido de esta historia sin el odio mutuo entre Herzog y Kinski?. Parece que así como necesitamos del amor, el odio también es un sentimiento noble. No solo por lo que el bolero canta, si no porque el odiar tiene pizcas de dolor, gotas de amor y deseos de muerte. Los egos mutuos no cabían dentro del Amazonas... y como ya es casi un clásico las peleas entre actor y director eran insostenibles (aunque cuentan que también fue un truco publicitario).

Los sueños de gloria de Fitzcarraldo se fueron disolviendo a medida que el caucho comenzó a obtenerse desde otros lugares como el sudeste asiático y nuevas ciudades empezaron a decaer, el caucho perdió exclusividad y como el hilo se corta por lo más fino, los seringueiros, que habían emigrado principalmente del nordeste de Brasil, se llevaban la parte más dura en un régimen de semiesclavitud, las ciudades se han llenado de los fantasmas de los días de gloria del caucho. De la historia del barco Fitzcarraldo que navegó por la montaña, de la voz de Caruso en medio de la selva, de Goodyeaer y las empresas.

Los árboles parecen cubrir el pasado, ya no quedan huellas de esos sueños, aunque el caucho continúa explotándose en Manaos e Iquitos, aunque el petróleo es uno de los elementos más importantes de los ríos. Herzog nos regaló la historia de Fitzcarraldo y con ella removió las hojas como si tuviese una hoz, para recuperar ese pasado glorioso en que los arboles lloraron otra de las tantas riquezas de la selva.

Saludos a todos

Bonus Tracks
1.- Página de IMDB
2.- Comentarios en Filmaffinity
3.- La voz de Caruso
4.- El lugar donde se filmó la película en Google Earth
5.- Trailer de la película

5.- Parte de la historia del Caucho según el radioteatro 500 Eng-años, basado en la obra de Eduardo Galeano
6.- Una de las peleas entre Klaus Kinski y Werner Herzog

2 comentarios:

BUDOKAN dijo...

Hermoso film de Herzog en el que una vez más trata este conflicto entre el hombre y su costado más primitivo en conjunción con la naturaleza. La locura y el sueño imposible. Hermosa reseña. Saludos!

Branch dijo...

Que ganas de verle...

Y si, hermoso post ..