
En una capilla de Peñalolén que vivió la represión de manera directa de esos días, fue donde se comenzó a realizar el taller de cine para niños. Realizado por la gran Alicia Vega una de las investigadoras más importantes para el cine chileno. Que en los años de represión trabajó junto a la iglesia en distintas poblaciones. Es que los niños pobres de los ochenta no tenían la prioridad de ir al cine. Los cines de barrio de los 70 ya habían desaparecido y sólo quedaban los cines del centro de la ciudad, por lo cual ir al cine es algo poco prioritario para los pobladores. Pero no es requisito para ir al taller de cine haber ido antes, porque de ahora en adelante los niños veran una película cada semana en el taller. Al mismo tiempo aprenderan como se hace el cine y como amarlo.
Algunos creen que ver cine es cosa de intelectuales, me ha tocado ver algunos vendedores de películas piratas, principalmente en el Persa del Biobío que ningunean algún tipo de cine y el que ellos ven lo tratan como "Cine Arte"... yo detesto ese nombre (lo he dicho otras veces)... porque el cine completo es un arte. El cual de tanto verlo nos va afinando el ojo en detalles, visiones y miradas distintas. ¿Quién podría pensar que en un taller de niños de ocho años aprendan lo que es una secuencia, un travelling, los planos de una cámara, del argumento y de la definición de los fotogramas?... y más aún que lo disfrute, que vea películas de Tavianni o de Lamorisse en un taller de la capilla. El taller se ha convertido en una experiencia que no olvidarán jamás los niños y los que vean Cien niños esperando un tren tambien.
La pobreza parece convertir la vida en un castigo, en un país triste como Chile. En la noche más oscura la luz de un proyector abrió un surco en la esperanza de esos niños, por ese rectángulo descubieron que el tren de los hermanos Lumiére se podía arrancar de la pantalla, que ellos podían entrar dentro de esa nueva ventana y disfrutar con Laurel y Hardy o con Charlot. Al mismo tiempo gritar a los cuatro vientos de que aún teníamos esperanza, de que venía otra generación que no va olvidar la muerte y el miedo que algunos intentaron imponer, que la ficción por ahora es más linda que el horror de la verdad. Que la vida se convierte en algo hermoso que se puede disfrutar en cada momento, que no importa ser rico o pobre, lo importante es tenernos cerca y mirar, escuchar y amar lo que se tiene. A esos niños que esperaban el tren de Lumiére por veinte semanas les enseñaron que si podemos creer que la vida es más hermosa que lo que nos hacen creer.
Saludos a todos
Y no pueden dejar de perderse uno de los mejores documentales que Chile ha tenido.
Bonus Tracks
1.- Película en IMDB
2.- Comentarios en Filmaffinity
3.- Cien niños esperando un tren en cinechile
4.- Escenas