jueves, 14 de agosto de 2008

LA BUENA VIDA


"Para el final
quería más
y estuvo tu voz
y estuvo tu voz
... No, no soy yo*"

Releyendo a García Márquez en "La Aventura de Miguel Littin clandestino en Chile" el mismo de la película "Acta General de Chile" me volví a emocionar con la franqueza de Littin, mientras recorre con su nuevo traje un Santiago distinto, más moderno que el que dejo el gobierno de Salvador Allende, una ciudad reconstruida por la dictadura acorde a los años ochenta, esas imágenes son las mías, de mi ciudad de infancia con micros de colores, toques de queda. nombres peligrosos y un Palacio de La Moneda gris.

Los años noventa fueron distintos, El palacio cambió de color, el colorido del transporte se convirtió en el amarillo fuerte de los buses con números y la alegría del nuevo tiempo bañaba mis sueños de estudiante.
El siglo XXI ha vuelto a transformar a mi ciudad, el amarillo es parte del pasado, ahora el blanco con franja verde tiñe las calles principales de una ciudad que marcha entre la desilusión y la esperanza.
Una ciudad que se teje con nuestros anhelos, como la telaraña más compleja en ella somos los tejedores y los insectos que caen inmoviles en las redes, esperando nuestras pequeñas metas como el camino a la felicidad.

Por eso quedé prendado con "La Buena Vida" una película desconocida de Andres Wood, que aún no aparece en IMDB, que lleva el mismo título de una película de Trueba, como un regalo y una sorpresa para nuestra ciudad, que sigue viviendo a pesar de que la prensa y algunos políticos pretendan hacernos creer que la ciudad es una red de delincuentes, que el Transantiago nos ahoga y que la apatía nos destruye. Redescubrí mi Santiago de Chile de la década del dos mil, me he vuelto a enamorar de una ciudad que se debate entre lo antiguo y lo nuevo. Me reencanté del Centro lleno de historias mínimas que no se tocan, pero que en cada instante se rozan entre el día y la noche ejerciendo el derecho de vivir.

Nuestras historias son más sencillas (algunas) de lo que vemos normalmente, mis padres por ejemplo viven luchando contra arrendatarios sinvergüenzas que no quieren pagar, mis amigos desean tener novias (me incluyo), autos nuevos, casas y nuevos estudios; una tía lucha con un cáncer en el estómago, un compañero de trabajo hace unos meses sufrió la pérdida de un hijo carabinero al caer de un helicóptero en Panamá, una amiga mía tiene un hijo de diecinueve años con parálisis cerebral, una amiga tuvo mellizos hace poco, un amigo se declaró homosexual, un amigo hace menos de dos semanas partió al MIT a hacer su maestría, una amiga parte pronto a Francia a estudiar así puedo seguir contando sueños santiaguinos de mi entorno, como si los seis grados de separación dejaran de ser una ingeniosa teoría.

En el caso de esta buena vida me encuentro con una sicologa entre unas diapositivas que iluminan su cara "enseñando" a unas prostitutas a usar el condón, con una familia que ha perdido toda comunicación; luego a Edmundo pidiendo un crédito de consumo (el acto más emblemático de esta década) por un millón y medio de pesos para un auto, no es fácil para un peluquero ya maduro que todavía vive con su mamá. Un clarinetista que regresa de Alemania para poder entrar a la filarmónica de Santiago, pero por una decisión arbitraria no queda e ingresa al Orfeón de Carabineros y una mujer que vive en el centro, mejor dicho que sobrevive de lo que la calle puede dar para su hijo de meses.

Como si no se tratara de nada, todo ocurre en esos noventa y tantos minutos, El centro de Santiago se reconoce en los espacios mínimos, entre cafés con piernas, el interior de las micros, pasos bajo nivel y calles de un centro que lucha entre la demolición y los grandes edificios residenciales de stocks imaginarios. Pero más que Santiago y sus injusticias de siempre (como el cobro excesivo en los cementerios, la usura de los bancos) está la gente, con más buenas intenciones que la maldad que algunos pintan, con el amor a flor de piel, la ternura de las madres, la forma de agradecer de los hijos, con una vida con sueños, en fin... con ganas de hacer y de seguir creyendo en hacer lo mejor. No es necesario explicar todo (como espera un limitado crítico del El Mercurio en Artes y Letras) las cosas hablan por si solas, no importan ni los finales, ni los comienzos sólo seguir creyendo, entre la distorsión que se muestra en los diarios, la prensa y el pesimismo. Andres Wood saca el manto para mostrar entre el gris una ciudad con buenas personas que aman y sueñan... como nosotros... ¿verdad?.

Saludos a todos.

Bonus Tracks
1.- Película en IMDB
2.- Comentarios en Filmaffinity
3.- Página de la película
4.- Comentarios de la película
3.- Trailer

5.- Fotogramas (Fotos de Paula Teresa Dia)

6.- *Chinoy... Para el final
Boomp3.com

2 comentarios:

The queen of machines dijo...

Soy una enamorada de Santiago, en donde las más infantiles excusas se maniefiestan tan sólo para poder caminar por ciertas calles y lugares elegidos; tengo un edificio favorito, otro que será el lugar donde pronto iré a vivir, un par de cafés, un cine, algunas plazas y junto con todo eso, caminar con un buen amigo y decir que lo lindo de Santiago es cuando uno levanta la mirada.

Mi historia por ahora es sencilla: mucho estudio, algo de trabajo y otras cosas que por el bine de este sitio es mejor no detallar.

Saludos!!

Gloomyta dijo...

Amé tu blog!
Buscaba información para hacer un ensayo X (que decidí seria de cine chileno) y me tropecé con este espacio. No quiero sonar "niña pokemona que busca desesperadamente encontrar amigos virtuales", pero pido mi permiso para agregarte a mis links. Si tienes alguna objeción me lo dices y te saco altiro, pero te seguiré leyendo... eso con respecto a tu espacio.
Con respecto a la entrada... fuí a ver esta película y me gustó bastante. No sentí que fuese para estremecer al espectador, si no para volver a reencontrarlo cn su entorno; esta ciudad que tanta gente desprecia.
Debo decir que amo Santiago, y no somos pocos!

Eso, saludos...
Tanya