lunes, 25 de junio de 2012

PIERROT, EL LOCO


Sin alas para volar 
prófugos del instituto y de la cama 
pájaros de Portugal 
apenas dos minutos, mala fama 
luego la Guardia Civil 
les decomisó el sudor y la sonrisa 
las postales de Estoril, 
sin posada, sin escudos y sin Visa 
Se llamaban Abelardo y Eloísa 
Bucearon contra el Everest 
y se ahogaron 
nadie les enseñó a merecer 
el amparo de la virgen de la soledad 
¡qué pequeña es la luz de los faros!
Joaquín Sabina



Hay veces en que uno por una mujer es capaz de dejarlo todo, a pocas les he dicho eso, pero hay personas tan interesantes, tan bellas por las que uno podría soltar todo y largarse a nuevos horizontes. Parece una locura, pero cuantos han estado en esa situación, conozco mujeres que han cruzado océanos por amores ingratos, conozco hombres que han preferido dejar hijos y esposas por amores nuevos, incluso algunos hasta definiendo su sexualidad, han decidido ser valientes... y la verdad esos casos siempre seran admirables. Nada mejor que ser sincero con lo que uno siente y no dejarse caer por la asquerosa sensación de la monotonía, la comodidad  y la pereza de un mal amor.

Ferdinand Griffon (Jean Paul Belmondo) es un profesor de Castellano, casado con una hija. Hace poco lo despidieron de su trabajo en televisión, por lo cual no tiene muchas ganas de ir a una fiesta a la casa del suegro. La típica fiesta donde se trata de insertar en sociedad al yerno para que el resto de los invitados lo conozca... y le de un trabajo nuevo. Pero en realidad era más interesante para Ferdinand regresar a su casa, porque su hija estaba al cuidado de Marianne Renoir (Anna Karina). Al llegar la joven estaba casi dormida así que Ferdinand decidió ir a dejarla a su casa.

En realidad Marianne y Ferdinand hace cinco años atrás habían sido amantes, por lo que el reencuentro se convirtió en fuego tota, entre la línea del destino y la línea de la cintura, ambos van a través de lo que podría ser una road movie, volviéndose niños grandes en cada escena, entre la pasión y la noche Ferdinand descubre que la bella mujer está incolucrada con terrorisas por tráfico de armas. Así que las locuras de enamorados comienzan a durar menos, cuando en el camino van pisando los talones los mafiosos que buscan a Marianne.
 Para ella Ferdinand es Pierrot, un loco enamorado de la joven que ha sido capaz de dejarlo todo por sus locuras, no importa mucho el pasado cuando mira esos ojos inmensos y ese vestido rojo con el que Marianne cautivó a la Nouvelle vague. Como un resumen de lo que Godard había convertido en un sello propio. Pierrot le Fou tuvo un poco de todo el cine que le habíamos visto antes desde Sin Aliento, hasta El desprecio, por algo estaban en pantalla Belmondo y Karina. Por algo ella bailaba en el Wurlitzer, entre cine negro, musical y esa poesía que parece convertir a Godard en un creador de mosaicos fílmicos (a veces incomprensibles) hacen de Pierrot la última de sus películas sesenteras y el comienzo del cine distinto que dará por los nuevos años... el resumen de su cine anterior se llama Pierrot le fou... que al lado de la belleza y forma de ser de Marianne no dan ganas de mirar hacia atrás y empezar siempre de nuevo... porque ella valía hasta la muerte... como varias.

Saludos a todos.



Bonus Tracks
1.- Película en IMDB
2.- Comentarios en Filmaffinity
3.- Pierrot Le fou en Wikipedia
4.- Trailer

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