Pero a veces también un puñal en el alma. (Eduardo Carrasco)
Pasa el tiempo y los malos recuerdos se van oxidando hasta
que parecen borrarse, por eso muchos comienzan a recordar con nostalgia esos
tiempos pasados de infancia en que todo parecía juegos y un mundo más fácil. Pasa
el tiempo y los sueños se van transfigurando hasta convertirse en cotidianos,
que a veces si se enfrentaran serían completamente opuestos al pasado y al
presente. Pasa el tiempo y los colores de las banderas de lucha se van
destiñendo hasta volverse conscientes de que hemos construido utopías en
nuestras mentes y las palabras, que marchan buscando revoluciones, han ido transmutado nuestra propia historia.
It's a little bit funny this feeling inside
I'm not one of those who can easily hide
I don't have much money but boy if I did
I'd buy a big house where we both could live
If I was a sculptor, but then again, no
Or a man who makes potions in a traveling show
I know it's not much but it's the best I can do
My gift is my song and this one's for you
Es curiosa esta sensación interior
No soy de los que se ocultan fácilmente
No tengo mucho dinero pero si así fuera
Compraría una casa grande donde pudiéramos vivir
Si yo fuese escultor, pero una vez más, no lo soy
O un hombre que hace pócimas en una caravana
Se que no es mucho pero es lo mejor que puedo hacer
Mi regalo es mi canción y esta es para ti
Exacto, es curiosa la sensación que van provocando las
canciones en nuestra vida, hace unas noches insomnes, me acordé de una canción
que no escuchaba hace más de 20 años, porque la tenía en un caset, en estos
tiempos de inmediatez la reencontré en Youtube (porque lo que a uno se le ocurre,
alguien ya lo hizo en Youtube), sin darme cuenta encontré la llave a una
habitación de mi mente que pensé que había perdido. Mi boca se movía sola y
emitía en sincronización las mismas palabras que esos ritmos ya parecían provenir de una
vieja máquina en desuso. La música lo hizo de nuevo, siempre ha vencido al
olvido, la mentira y al tiempo. Por eso las grandes hazañas se recuerdan mejor
en canciones.
Allí van cruzando su ciudad
Taquillando en sus autos
O en el de su papá
Disfrutando de la juventud
Del derecho de herederos
De los dueños de América del Sur
A veces unos tienen ganas de igualar
Forman entidades, juegan a luchar
De exclusos o reclusos
Y de intelectual
Y todo sigue tan igual
Tan igual (Los Prisioneros)
Hace un tiempo en un programa de televisión un señor enseñaba a ser cuico (una persona con comportamientos de rico en Chile), para ello decía que hay que ser en primer lugar caballero, comportarse bien y tener mínimo un auto Mercedes Benz, los Toyota acá no entran en la categoría. Así como en Chile, en todos los países del mundo, incluídos los más pobres, siempre hay una clase que con sus privilegios domina los lugares.
"Si gano, soy americano, no afroamericano. Pero si hago algo malo, entonces se dice que soy un negro. Somos negros y estamos orgullosos de serlo. La América negra entenderá lo que hicimos esta noche" Tommie Smith, 1968.
Tres mujeres hace unos días se sentaron a mirar un lago en el sur de Chile, en un instante un señor en traje de baño se acercó a ellas para pedirles que se retiraran de lo que el consideraba su propiedad, siendo que en Chile todas las orillas de mar y de lagos son propiedad del estado y todos tenemos libre acceso a ello. Él, al parecer, sentía que la verdad esa ley no era algo que le incumbiera. Las mujeres no sabían quién era el señor, grabaron lo que ocurrió y así nos enteramos todos del señor que las expulsó, un connotado gerente del gas, que con el paso de los días fue desvelando también la personalidad que el señor tiene en otros ámbitos que en este tiempo están causando menos pudor de revelar.
Es que de un tiempo a esta parte reconocerse como “conservador” ya no parece ser un estigma, se puede reconocer públicamente que Pinochet “hizo cosas buenas”, que los golpes de estado a veces son necesarios, que muchos esperan que los militares en Venezuela se rebelen, entre otras nuevas “verdades reales” no molesten el “derecho inalienable” al esfuerzo individual, por sobre el colectivo.
En plenos años 70 cuando el soul inundaba la noche estadounidense, el pelo afro era la envidia y los afroamericanos comenzaban a organizarse, las comunidades miraban con recelo ese peligro que podía ser el Black Power, desde ese himno con un puño enguantado del olímpico Estadio Azteca del 1968. En Colorado Spring un joven tiene el deseo de ser policía, todo puede ir bien salvo un detalle poco común para ese tiempo, era negro. Su nombre Ron Stallworth (John David Washington), después de ser aceptado y pasar un tiempo en los archivos, comienza su trabajo en inteligencia, primero infiltrándose en los movimientos por los derechos civiles de la población afroamericana.
Cielito, infierno y tristeza
cuando las horas son frías,
cantándole al hombre nuevo
todo es fe y es alegría.
Cielito, cielo en la noche,
cielito de la memoria,
hijo, madre y compañera
sabrán continuar la historia.
(Daniel Viglietti)
En estos tiempos, se han fijado que uno cuando pregunta por
qué película o serie ver, se da por hecho que es Netflix. Será porque ya
penetro en nuestro cotidiano o que la sala de cine sólo está para ir a ver
películas de superhéroes. No lo sé. Lo que si me queda claro es que estamos en
el umbral de un tiempo nuevo. Un tiempo que parece lleno de pesimismo, como si
todo lo que advirtió que podía pasar, en realidad pasa peor de lo que incluso
se pregonó.
El planeta se plastifica, los animales y plantas mueren y la
idea de lo colectivo, que fue lo que hizo que la humanidad fuera constructora
de civilizaciones, ahora se le hace creer que es por el esfuerzo individual ha
logrado todo lo que tiene. Así la mezquindad, el egoísmo y la falta de empatía
con el del lado nos ha ido volviendo clientes que eligen productos. Desde pastas
de dientes a presidentes de las naciones. La única certeza o consuelo de estos
tiempos mezquinos es que en algún momento terminarán, esperemos que no sea
demasiado tarde cuando eso ocurra y podamos revertir todo el daño que ya nos
estamos haciendo como planeta y sociedad.
Ya pasamos antes por lo mismo en América del Sur, En Chile
lo sabemos bien. Argentina, Brasil, Paraguay, Bolivia y Uruguay vivieron unos
años en que el terror superó la normalidad. En que nuestros ejércitos se comportaron
de manera vergonzosa. Por más que alguien diga lo contrario, los pactos de
silencio, las huidas a otros países, las leyes de amnistía y los guardaespaldas
que los señores retirados tienen, son la mejor demostración de que le temen a
la historia.
Por lo mismo, ese día de 1973 en Uruguay, sacaron de la
prisión a algunos presos tupamaros, las cosas no iban a ser normales para
Eleuterio (Alfonso Tort), Mauricio (Chino Darín) y José (Antonio de la Torre),
los tres ya no pueden ser presos normales, por lo que son considerados rehenes
en un regimiento del ejército uruguayo. La idea es destruirlos desde el
interior, el silencio y el encierro pueden carcomer la realidad y transformarla
en voces, recuerdos inexistentes y pesadillas que alucinan. Así va pasando cada
luna por la celda abrazando en el recuerdo cada nombre, calle y mapa de un país
que parece seguir viviendo en la normalidad del horror.
Comunicarse, saber que al otro lado del muro hay otro es
algo que nos da esperanza de nuevos bríos.
Lo hacemos como humanidad cuando
miramos desde los telescopios a otras galaxias, lo vemos en cada viaje y en
cada golpecito que se responde de una muralla nos puede llevar a otras
dimensiones, en que saber que la vida nuestra puede continuar y proyectarse. Por
eso es importante sumar la fuerza colectiva, por sobre lo individual.
Van a pasar muchas noches entre esos días de encierro en
cada calabozo, años en que lo que menos se quiebra es la moral del prisionero
político, Desde las cárceles han salido líderes del mundo, para bien y para
mal. Debería saberlo cada presidente que cuando encarcela a un Lula da Silva o
a un Leopoldo López, lo que está incubando es un futuro Nelson Mandela.El mundo de Eleuterio, Mauricio y José parece
fluir en medio del horror que afuera del regimiento fluye por las calles
uruguayas.
Ahora todo parece ser parte de una ficción de otro tiempo,
sin embargo, los actuales días en que lo totalitario parece resurgir. Vale la
pena recordar que los que alguna vez tuvieron una pistola apuntando en la sien
de sus compatriotas, hoy se sienten cómodos en esos nuevos anacrónicos cambios
que la nueva historia está esculpiendo para el futuro cercano.
La fortaleza puede más que la tortura, la noche y el
silencio, así lo supo José, que al final en 1985 es liberado junto con Eleuterio
y Mauricio. El mismo José que en el 2010 se convertirá en José Mujica.
Saludos a todos
La película actualmente se encuentra en la plataforma de
Netflix
Era un callejero con el sol a cuestas,
fiel a su destino y a su parecer;
sin tener horario para hacer la siesta
ni rendirle cuentas al amanecer.
Era nuestro perro y era la ternura,
esa que perdemos cada día más
y era una metáfora de la aventura
que en el diccionario no se puede hallar.
(Alberto Cortéz)
Hace cuatro atrás se despertó el amor que tenía dormido por
los perros, en realidad por una perra, Violeta. Una pug igual que todas, aunque
yo cuando la veo la encuentro la más hermosa de todas, no recuerdo en qué
momento la comencé a querer, pero su ternura y amor verdadero, me cautivaron
hasta niveles que aún desconozco en mí. Desde el momento en que me ve llegar y
salta de alegría y seguirme en todo momento por todos los espacios posibles, me
emociona. Cuando duermo y ella está cerca roncando, pero atenta a que me levante
y la siento triste (como yo) cuando me voy… así son estos peludos seres que nos
han acompañado en el camino de la humanidad.
Puede ser por lo mismo que cuando me enteré de que Wes
Anderson haría una película de stop motion de perros, me entusiasmé en lo que
mostraría, hacer películas de perros con la sensibilidad de Hachiko, o cualquier
otra es desgarradora siempre, y nos va a mostrar la intrínseca fidelidad canina,
puede ser el comodín de cualquier historia. Pero acá la cosa es distinta… o un
poco distinta. En Megasaki, Japón; se ha descubierto la gripe canina una
enfermedad peligrosa que puede afectar a las personas. El alcalde Kobayashi
(Ken Watanabe) decide que todos los perros deben irse exiliados a la isla de la
basura. Partiendo como ejemplo con su propio perro Spot.
La isla va alienando a los perros hasta volverlos salvajes
nuevamente, el hambre y la traición hace perder la ternura de siempre, pero un
avión que cae en medio de la isla con un niño de doce años, les hace tener un
poco de sentido al maloliente y hambriento reducto de los perros. Atari
Kobayashi (Koyu Rankin) decide con su infancia a cuestas, robar una avioneta y
dejarse caer en la isla para buscar a Spot, su perro tutor. Para ellos una
pequeña jauría le acompaña King, Duke, Boss, Rex y Chief, el perro callejero. Los
perros en realidad no entienden el idioma humano, que en este caso es japonés,
pero entienden lo importante que es acompañarlo a buscar a ese desconocido.
En realidad eso de la enfermedad de los perros es una
manipulación de la alcaldía para terminar con los perros, de paso ganar las
elecciones nuevamente, en contra del partido científico. Pero la tenacidad de Atari
es más fuerte, tanto así que el camino por la isla tiene un poco de principito
y zorro. En que al final el sabor de una galleta, el cariño de una mano y la
lengua de un perro en el puño son sensaciones que emocionan más cuando uno
realmente ama a los animales.
Hemos creado tiempos distintos, en la infancia recuerdo como
los perros parecían parte del mobiliario de la casa que ahora que son un
integrante fundamental en las familias, los puente de amor y ternura. No son
nuestros hijos postizos y tampoco es que un perro adoptado ame más (o menos)
que uno comprado, simplemente son seres que no entienden de traiciones, de mentiras,
ni de odios.En el universo canino solo
queda seguir, oler ese cariño que está impregnado en nuestra ropa, en nuestra
voz y en ese ladrido bello que emociona cada día de la corta existencia de
nuestros amados compañeros de ruta.
Han pasado años desde la última vez que escribí en este lugar, de hecho,
desde que nació este espacio sin mayores pretensiones que poder recordar tantas
historias que pensé que olvidaría, estaba la idea dejar patente para mi (y
tener a mano) las historias que el cine ha regalado. Pero este sitio me dio más
cosas bellas, amistades que aún tengo de otras fronteras, nuevas recomendaciones
y la sintonía de que las botellas que uno lanza con mensajes llegan a otras
costas.
Pero hubo un momento en que ya no era tan entretenido, de que ver una película
costaba más que antes, en que la cartelera se llenó de superhéroes y remake de otros
tiempos, y las series se han vuelvo más importantes que el cine, esto no es una
crítica arrogante de que tiempos pasado sean mejores, más bien todo lo
contrario. Hay más creación que antes, hay más cosas en Youtube, Netflix,
Amazon, etc. Que han ampliado a niveles insospechados el tiempo que uno podría
dedicar a ver tantas producciones. Sin contar la cantidad de nuevas cosas que
el tiempo va ofreciendo para nuevas cosas. Sin embargo, siempre he necesitado
volver a estas vidas.
Hace rato no veía algo tan maravilloso, tranquilo y emocionante. Es que el Distrito
Federal a pesar de estar lejos de Santiago, tiene muchas similitudes en su
cotidiano. La familia, ese grupo numeroso que antes éramos, hoy se ha ido
convirtiendo en otras cosas. De hecho, son decisiones que todos tomamos en algún
momento que va transformando los espacios y disposiciones. Pero todo tiene esa
monocromía de la construcción de lo pasado, ahora que es diciembre y uno
empieza a comprender que el año fue más rápido que el anterior, que no hubo
tiempo para todos esos sueños que nos propusimos cuando nos dimos ese abrazo de
enero y parece todo igual que siempre, basta con mirar una foto de un par de
años atrás y ya te das cuenta que, en realidad, todo ha cambiado bastante.
Así es Roma, de Cuarón, como un patio que a pesar de lavarlo muchas veces,
el reflejo muestra que hay mundos lejanos por explorar en las siluetas, que a
pesar de que el regreso a la casa debería tener esa precisión simétrica que
produce el cerrojo en la llave, o del auto en el pasillo, no siempre son
iguales -de hecho, nunca lo son- hay detalles que nos hacen olvidar que existe
la monotonía que mata, lo importante es notar el cambio.
El mundo de Cleo (Yalitza Aparicio) gira entre esa casa de la Colonia Roma, que
pareciera ser su todo y el domingo libre, que parece ser su verdadero mundo
personal, me trajo a la mente la película Play de Alicia Scherson. El mundo puertas
adentro trae esa sensación de que lo que parece tuyo en realidad no lo es, que
la imagen que ves en televisión es en parte lo que puedes ver mientras sirves,
que el frio lo cubre un techo ajeno, que la cama está en un lugar de la casa del
cual se accede desde escaleras invisibles, en que el único refugio es el idioma
nativo. Así los ojos de Cleo ven que los pobres y la clase media del México del
setenta (muy distinta a la clase media actual) tiene problemas a veces tan
parecidos a los de ella. Las soledades son las mismas, a pesar de que los niños,
sinceros en el amor y el cariño, son testigos de los duros tiempos que el
presente entregó en esos impunes años setenta latinoamericanos.
La soledad es algo que va más allá de estar siempre con mucha gente que te
quiere, y nuestras burbujas son pequeños mundos que son parte del quehacer de esa
gran historia de nuestros países. Roma tiene tanta nostalgia de un pasado duro,
triste, lleno de masacres y un presente no tan alejado de esa generación de
nuestros padres. En que las soledades son abrazados con pantallas táctiles, sueños
de otros lugares y el deseo de que el tiempo pase pero se quede con lo que
amamos cerca para siempre.
Shanti, shanti, shanti.