martes, 23 de julio de 2019

COLD WAR


El amor es a veces la luz que te despierta
El amor es a veces venir de nuevo al mundo
El amor es la llave que abre todas las puertas
Y a veces el perfume de una mañana limpia
El amor es a veces correr enloquecido
Creer que eres el aire que te pega en la cara
O a veces la dulzura de una rosa en un sueño
Pero a veces también un puñal en el alma.
(Eduardo Carrasco)

Pasa el tiempo y los malos recuerdos se van oxidando hasta que parecen borrarse, por eso muchos comienzan a recordar con nostalgia esos tiempos pasados de infancia en que todo parecía juegos y un mundo más fácil. Pasa el tiempo y los sueños se van transfigurando hasta convertirse en cotidianos, que a veces si se enfrentaran serían completamente opuestos al pasado y al presente. Pasa el tiempo y los colores de las banderas de lucha se van destiñendo hasta volverse conscientes de que hemos construido utopías en nuestras mentes y las palabras, que marchan buscando revoluciones, han ido transmutado nuestra propia historia.


Pero hay algo que a pesar de pasar el tiempo no debería oxidarse, ni transfigurarse, ni desteñirse, el amor. No se trata de esa cursilería que a veces se canta en algunas canciones. Se trata de ese amor convincente que emerge desde el fondo de la tierra como una roca gigante que ni las olas lo botan, que no se corroe y que hace que el tiempo solo se convierta en un detalle.

Eso parece ser lo que ocurre en esa Polonia liberada del nazismo por los soviéticos de los años cuarenta del siglo XX, un lugar aún en cenizas que necesitan reconstruirse como esa patria que habita entre dos gigantes. La música que habita en el interior del territorio se va volviendo parte de un puzle que construye identidades. Irena (Agata Kulesza) y Wiktor (Tomasz Kot) saben la importancia que tiene redescubrir la identidad de los pueblos y gracias a las gestiones de Kaczmarek (Borys Szyc) un agente del partido comunista polaco crea una academia que recrea el canto y el baile de Polonia.
La música se vuelve una gran arma para la creación de la patria y también una oportunidad para muchos jóvenes de poder reconocer el talento, es lo que ocurre con Zula (Joanna Kulig), que pese a parecer no ser la más talentosa tiene un encanto especial que hace que Wiktor se fije en ella. Los tiempos se van tornando más duros en la guerra fría desde el lado oriental de la cortina de hierro, En medio de cantos a Stalin y bailes típicos. La pasión ya desabrochó todos los botones de Zula y Wiktor y no hay vuelta atrás, no importa la edad, ni la dictadura, mucho menos el tiempo. La nieve puede derretirse y aparecer el calor intenso ellos saben que lo que está pasando es brasa roja e intensa que corre con un reloj distinto.
El tiempo y la historia se encargan de separarlos una y otra vez, como si les dijeran a ambos que en esta ocasión no es el momento definitivo, amores, matrimonios y situaciones parecen intentar distanciar la historia de Wiktor y Zula, sin embargo, una y otra, y otra vez se generan instancias breves que vuelven a llenar de pasión, la distancia no es una excusa, cuando el amor total ocurre, la espera parece segundos de una breve película. Es impresionante lo que hacen las certezas cuando parece encontrarse la llave que abre la puerta definitiva. Ojalá todos la encontremos alguna vez.
Saludos a todos.

Bonus Tracks
4.- Trailer

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