jueves, 24 de octubre de 2019

JOKER


The lunatic is on the grass
The lunatic is on the grass
Remembering games
and daisy chains and laughs
Got to keep the loonies on the path
 (Brain Damage, Pink Floyd)

Pensar que hace una semana atrás dentro de las cosas sorprendentes de octubre sólo estaba el Joker, no porque fuera superficialidad, ni porque mi vida no tuviera ninguna otra cosa interesante (cosa que no es cierta). De hecho, tenía pronosticado volver a verla en el cine, algo que este año sólo había ocurrido con Rocketman. Entrar a ver el Guasón (horrible nombre que en Chile tiene el enemigo de Batman) fue una de las experiencias más impactantes de este 2019 (hasta ese momento) y desde que salí del cine, la sensación proselitista de querer que más personas vieran la película llegó incluir a mis padres. Así que parto diciendo que el Joker es una de las mejores películas que he visto en mi vida… así de directo.
Arthur Fleck (Joaquin Phoenix) parece ser uno más que respira en las calles de Ciudad Gótica, uno que camufla su tristeza con tapiz que los años ochenta tiñe la memoria, la convulsión y la decadencia urbana.  Arthur es parte de la desesperanza, de la burla y la anormalidad. La única cordura a veces parece tenerla en la figura de su cansada madre. En medio de su soledad la señora sólo piensa en la respuesta que Thomas Wayne (Brett Cullen), el magnate y antiguo jefe, le conteste de sus múltiples cartas.


Arthur, en realidad no encaja en lo establecido, una risa desfasada que parece no tener sentido, compañeros de trabajo que se burlan de él y una sociedad que va camino directo al individualismo, va cerrando sus puertas poco a poco, creando el caldo de cultivo a un nuevo tiempo. De ahí nació el Joker, un comediante lleno de frustraciones envuelto en sonrisas maquilladas que en algún momento tendrán que explotar.
Así fue como en Santiago de Chile, todos comenzamos a hablar del Guasón, a sorprendernos de la experiencia de estar presenciando una de las mejores películas de estos tiempos, sin saber ni pensarlo, la imagen de ciudad gótica iba tomando impulso en la rabia que los estudiantes querían interpretar de una nueva alza en el metro. Con la agilidad que da la valentía, la libertad de no llevar cargas del pasado se fue saltando, uno tras otro de los escolares, los universitarios y la gente. Así octubre se fue transformando en esa nueva ciudad desde los subterráneos llenos de policías que comenzaron a responder con el odio mercenario inescrupuloso que justifica el odio parido que la gente le tiene.

Una semana después, Chile parece otro país, lleno de la incertidumbre del toque de queda, con calles llenas de militares, con muertos y desaparecidos, como una copia de esos malditos días que nuestros padres y abuelos nos contaron, como un mal chiste repetido. Pero al mismo tiempo con la sonrisa de que en realidad si se podía cambiar, que el pueblo unido si puede vencer y que tantos años de aplastamiento van generando una dura costra que hace que ya no se sienta dolor.

Es que en nuestra sangre siempre corren las gotas de justicia, o mejor dicho la venganza, esa que tiene dientes apretados y la mano empuñada. Que goza cuando el represor paga por su crimen o vejamen. Yo reconozco que las (pocas) veces que me ha ocurrido lo he disfrutado desde mi palco silencioso. Arthur se convierte en el Joker, acabando con cada traba que no lo dejó seguir su camino. A lo mejor en Chile algo tuvo que ver ese payaso fracasado (me refiero al de la película) en que entendiéramos que hay que levantarse por las causas justas, crear espacios comunes y oportunidades iguales.
Espero que todo lo que hemos sacrificado, no sólo esta semana, sino por estos años de dictadura y democradura que hemos sufrido los trabajadores sea el fin de esa sonrisa desencajada que tanto nos aterra, como la del Joker.

Saludos y fuerza para todos.
(Escribo esto mientras los helicópteros iluminan el toque de queda)

Bonus Tracks
4.- Trailer

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