viernes, 20 de enero de 2012

EL ESPEJO

El aire que mueve mi cuerpo 
jamás te capturará. 
Has de saber ése es mi precio 
no hay aire tras los espejos. 
Por ti seré un espejo 
el mejor amigo viejo 
Seré esa distancia imposible de salvar. 
Seré una travesura una leve quemadura 
el amor escurrido mi mirada virtual. 
Seré esa bebida que en el vaso se olvida 
Seré lo relativo de tu risa el latido.
Por ti seré un espejo 
pues te tengo y te dejo 
te atrapo y te devuelvo 
al final
(Maurcio Redolés)


El ascensor del departamento en que vivo tiene los tres espejos más verdaderos, en ellos no tengo escapatoria y puedo ver como mi nuca se va despoblando, también miro mi espalda, mis orejas, también como el trabajo y las tristezas van marcando en las pupilas el tunel sin salida de lo que pasa y lo que se graba. Son once pisos en que los dígitos impares van por treinta segundos indicando que la multitudes de siluetas similares a mi se pierden en el infinito. Desde ahí cada día la compuerta metálica se abre enfrentándome a lo que viene, después en la tarde cuando regreso la compuerta se abre para volver a mirarme como diciendo ¿cómo te fue?.

Si la hipnósis pudiera cambiar las trancas, se podría empezar de nuevo muchas veces, o mejor aún superar de manera sobrenatural. Cada uno de nosotros está cubierto de lo que se sembró en nuestra infancia desde ver a mi madre esperar por mi padre todos los días mientras él estaba en el norte, hasta los días en que comenzaba a comprender que habían silencios y respuestas a preguntas que no me había hecho y habían preguntas con respuestas que eran silenciosas. En la infancia los tiempos son distintos, y esos recuerdos que parecen sacados entre los sueños y las primeras concepciones temporales, van llevando consigo un tren de imágenes inconexas que al verlas en su conjunto van pegando ojos, narices y extremidades de lo que hemos ido siendo en cada etapa de nuestra vida, por lo mismo comprendí a María (Margarita Terekhova) cuando se sentaba a mirar el prado esperando el momento en que llegara el esposo, Alexei (Filipp Yankovsky) era un niño en esos campos, que recuerdan las conversaciones de su madre con un doctor sobre Chejov.

Yo por muchos años pensé que podía levitar, lo hacía porque al dar un paso me podía mantener el aire hasta dar el otro, lo entendía como algo normal, hasta que un día descubri que sólo lo podía hacer en los sueños. La confusión entre lo que podía hacer y quien era al despertar me iba llenando de colores que se vuelven tangibles, como si existiera una lógica entre el momento y la necesidad. El Espejo es el reflejo de lo que la niñez contiene y lo que los padres regalan. Por lo mismo cuando dejamos de ser niños nos vamos secando por dentro hasta dejar las sonrisas perdidas en la desesperanza del ruidoso silencio. No sabemos si es Alexei o Ignar, si fue antes o si es ahora y el ser se mezcla con las imágenes que un español que arrancó de las garras de Franco cuenta, o de como comenzó a caer el nazismo o como los chinos se volvieron fanáticos de Mao y la bomba atómica volvía al mundo en un mundo más frágil.

Se hicieron convenciones para explicar el significado de El Espejo, algunos la odiaron porque no se "trataba de nada", otros la han creido una muestra del un cine snob, ambicioso y en la búsqueda de respuestas filosóficos, simplemente la visión de quienes hemos sido niños, hemos ido comprendiendo que el fuego del incendio, el miedo de cambiarle una "t" a "r" a Stalin lo hacía pasar de un hombre de acero a un cagón con todo el miedo que eso significaba para un tiempo represivo, los días de hambre y de hombres valientes, de la casa en el campo, de la defensa de lo que se enseñó como patria... así el niño y el hijo parecen ser lo mismo, y la madre y la abuela parecen convertir la historia en un ciclo de eslabones que se enlazan para resistir y conducir los avatares del desgaste, la humedad del taiga y la soñada cordura pueden hacer del ser niño en nuestros días vertiginosos. Por ahora me quedo con lo que mi rostro cansado muestra, con esa imagen de mi madre esperando el regreso de mi padre, con el frío de Santiago y la cordillera como el eterno fondo de un lugar inmenso. Me quedo con la idea de decir sin miedo que sigo orgulloso de vivir lo que viví y de ser testigo de lo que pasó. Los espejos de mi ascensor lo comprenden y tratan de actuar de la manera más generosa cada mañana para decirme que esa imagen de infancia aún sigue viva entre esos ojos que parecen conducir por túneles inciertos que el paso del tiempo lleva.

Saludos a todos.








Bonus Tracks
1.- Película en IMDB
2.- Comentarios en Filmaffinity
3.- Zerkalo en Wikipedia
4.- Escenas

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