En la Guerra del catorce el piloto de la escuadrilla de información francesa Jean Renoir, hijo del famoso pintor Pierre - Auguste Renoir, en plena misión es perseguido por un avión alemán, el piloto se salva gracias a la acción de un avión caza pilotado por el suboficial Pinsard... afortunadamente el cine no perdió a uno de los directores más importantes de su historia.
En 1934 la gran guerra había pasado y mientras filmaba Toni en Martigues, el estruendo de los aviones arruinaban las escenas por lo que se dirigió a las autoridades militares, ahí Renoir fue atendido por el general Pinsard, el reencuentro se hizo sagrado y cada vez que pudieron comenzaron a reunirse para cenar juntos... en medio de las comidas empezó a surgir la idea de contar la historia de Pinsard en el cine.
No fue fácil convencer a los productores de este proyecto y Renoir se apoyaba en Jean Gabin (el actor del momento) para persuadir a quienes se quisieran embarcar en esta historia.
Eric Hobsbawm dice que el siglo XX comienza con la Primera Guerra Mundial y parece ser así, en este conflicto se dan las últimas batallas de caballería de la historia, y el arte de los señores de la guerra se transforma en la carnicería a la que ahora estamos acostumbrados, donde mueren más civiles que militares... pero en los tiempos anteriores la guerra era algo noble, en que las castas dominantes de cada nación con la camaradería y el respeto se batían en combate. El mejor ejemplo de ello es el de Manfred von Richthofen que después de su muerte fueron los adversarios quienes le rindieron sus homenajes postumos. Por eso las primeras escenas de La Gran Ilusión son en una cena que los oficiales del Imperio alemán le ofrecen a los oficiales cautivos de Francia.
La vida en un campo de prisioneros alemán parece tranquila, bien tratados por sus captores, casi parece un veraneo, los franceses lo saben y entiende que todo es una ilusión, los deseos de escapar están presentes a través de la construcción del tunel, a su vez los sueños de ganar la guerra, de evadirse de volver a besar a una mujer y de volver a sus antiguos oficios están presentes en todo momento delcautiverio de los soldados y oficiales... mientras se disfruta de las encomiendas que recibe el teniente Rosenthal (Marcel Dalio) y las canciones de Cartier (Julien Carette); el teniente Marechal (Jean Gabin) y el Capitán de Boeldieu (Pierre Fresnay) se mantienen incólumes como líderes dentro del campo.
La única vez que escuché la Marsellesa en mis días en París fueron frente al Arco del Triunfo el año pasado, es una sensación que no deja de ser emocionante... al recordar esa escena de Casablanca, pero ahora como otra de las tantas ilusiones presentes en esta historia, la reconquista de Douamont da pie a cantar a todo pulmón el himno francés con la emoción que solo la ilusión puede afinar. Pero la gran guerra estancada en las trincheras daba para cambios todo el tiempo y Marcehal en sus celdas de castigo se entera de la recuperación alemana del territorio. Los días pasan y los cautivos son cambiados a un nuevo campo de prisioneros.
Las clases sociales se comportan igual en tiempos de paz o de guerra, como si escucharan a Marx cuando dice que la historia es la lucha de clases, el nuevo centro de reclusión es dirigido por el capitan von Rauffenstein (Erick von Stroheim) completamente destruido por su condición de lisiado ya no puede volver al campo de batalla, y se siente tan cautivo como los prisioneros franceses y rusos del castillo. La llegada del capitán de Boeldieu, le duele y desearía ser su amigo sinceramente, "conocí a un conde de Boeldieu... - sí, era mi primo" la nobleza es una sola y ambos capitanes lo saben... porque un Rauffenstein tendría que creer en la palabra de un Marechal o de un Rosenthal... ellos salieron de la Revolución Francesa en cambio un de Boeldieu es hijo de la nobleza... los verdaderos señores de la guerra, para un plebeyo morir en la guerra es un horror, para un noble es un honor... así se viven los días en que las clases y las patrias parecían cosas distintas... en fin otra ilusión.
La vida cambia, el amor no tiene país, la patria en medio de la guerra es un escudo que puede llevar a grandes horrores, el fin de las guerras parece ser la Gran Ilusión. En nuestros países latinoamericanos la guerra llegó con odio, con la desconfianza mutua que nos ha seguido por generaciones entre vecinos, en el desprecio que algunos tienen por los otros... en La Gran Ilusión no existen esos malvados enemigos que el cine siempre pinta, acá el antisemitismo se pinta tal cual, la ternura y la soledad se unen a la amistad, al deseo de volver a ser mejores... sin imaginarse que Europa en unos años más volvería a enfrentarse en otra guerra fraticida... en que la ilusión se haría trizas por mucho tiempo.
Saludos a todos.
Gran parte de este post fue apoyado por el artículo de François Truffaut de 1974, en El placer de la mirada.
Bonus Tracks
1.- Película en IMDB
2.- Comentarios en Filmaffinity
3.- Trailer
4.- Fotogramas
1 comentario:
Aún no pago mi deuda de honor con este clásico del cine mundial. Debo verlo a la brevedad.
Como siempre, gracias por la extraordinaria recomendación.
Saludos,
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