domingo, 31 de julio de 2022

DAGUERROTIPOS

 Descubrí un bello barrio en Santiago de Chile

Es un bello barrio en que los camaradas no han desaparecido aún y los bares son color anilina que puede leerse al revés igual.

Descubrí un bello barrio de luces antiguas y gente amable

Las mujeres son bellas ánimas aún más que una madre, atraviesan las calles en aeroplanos.

(M. Redolés)

El negocio de mi papá ha marcado mi vida completamente, desde ese mesón veíamos todos los días a los vecinos, éramos testigos del paso del tiempo con la sonrisa de mi papá con cada cliente, cuando para comprar aceite la gente llevaba una botella que se llenaba con un dispensador, se vendían pinos navideños reales, la balanza marcaba el peso con una aguja y nosotros éramos personajes reconocidos por el resto de la comunidad.

Todo eso ya se ha ido perdiendo con la aparición del retail y unas tiendas que cada cierto tiempo intentan recuperar ese instante perdido como una caricatura cliché utilizando al final de la palabra el “ía” como la jamonería, tomatería, aceitería, entre otras. Por eso entiendo esa sensibilidad de Agnes Varda para hacer un documental de los negocios de su barrio, en la calle Daguerre cerca de Mont Parnasse en el París de los 70, detrás de antiguos escaparates que parecen congelados en el tiempo, la generación que se liberaba de la ocupación alemana partía rumbo a la capital para enfrentar su nuevo destino.

Lo mejor del mundo lo creamos con nuestras ilusiones, con las ganas de que lo que nos proponemos salga bien, sea hermoso y nos regale sonrisas. Al parecer a muchas de las tiendas por más de veinte años se les regaló un bello tiempo en que los oficios fueron conviviendo con la hermosa idea de ser comunidad real. Reconocerse en el otro, ser cómplice de los sueños y apoyarnos casi como si fuera un trueque. Por lo mismo uno se sorprende al ver como una pareja anciana maneja una tienda de belleza en que te hacen un perfume frente a tus ojos, mientras la esposa perdida en su mundo interior trata de escapar a otra época y una caja congelada en el tiempo está llena de botones que algún día serán pegados en un abrigo esperan ese hilo rojo, emocionan.

Agnes nos lleva por cada una de las tiendas y conocemos la historia del carnicero, el sastre, el peluquero, el panadero, los profesores de la escuela de conducir unido en un acto de magia que funde a cada uno en un discurso del futuro, aún con un poco de ese optimismo que se tenía en lo que en un tiempo después haría desaparecer de uno en uno cada uno de sus oficios. El mundo que se aprecia en la calle Daguerre duraba el tiempo que los dueños de los negocios vivirán. Los jóvenes son algo escaso que fugazmente pasa por esas calles, casi como un presagio de que la hermosa vida que la cineasta nos muestra hoy es una pieza de arqueólogos y antropólogos. La fragilidad peligrosa de otros tiempos ya se ha corrompido, como diría Redolés.

Hoy al mirar en Google Maps, vemos que la calle Daguerre, vive otros tiempos, las mismas fachadas muestran cadenas de farmacias y tiendas que la gentrificación, la nueva forma de comercio y un mundo más individual transforma al tiempo que mis padres vivieron en una utopía. Pero a pesar de eso me quedo con la sonrisa enamorada de la señora que atendía la boulangerie, que pese a los años de vivir juntos el amor leuda cada mañana demostrando que se puede ser feliz con mucho menos y con ese poco hacer grandes cosas.

 

 Saludos a todos

Bonus Tracks

1.- Película en IMDB

2 .- Comentarios en Filmaffinity

3.- Daguerrotipos en Mubi

4.- Trailer


 

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