Parecen mundos distintos esos que tenemos cuando eramos todos hermanos y jugabamos en la casa, con mi hermana menor hacíamos una batería con tarros y platillos, mientras yo tocaba la guitarra ella golpeaba los tambores, con mi hermana mayor ibamos a jugar a otra casa llena de camiones con nuestros amigos de la casa... vivíamos todos juntos en nuestras piezas, con nuestras historias personales, almorzabamos juntos y siempre había algo porque hablar... ahora tratando de recuperar esos días del pasado me he encontrado con pocas fotos que nos muestren a los cinco, tengo una en mi oficina, otras cuando mi hermana era pequeña, pero no recuerdo mas... es que el tiempo se encargó de mostrarnos la importancia que tiene el presente, pero no tanto la visión de los días que vendrán.
Ahora las cosas son distintas son otras etapas, mis padres viven en el mismo lugar de mi juventud, yo me cambié, mi hermana se casó y también vive relativamente lejos de la ciudad y mi hermana menor en algún momento lo hará, como pasa en todas las familias... sabemos que los días no secuperan... pero no por eso hay que mirar para el futuro sin mejorar los días pretéritos.
¿Son las ciudades las que nos transforman? no lo se, la vieja discusión campo ciudad, a veces se cambia por Metrópolis y ciudad pequeña... acá la ciudad es un conjunto de cosas que impresionan, son todas las soledades agrupadas, que viajan y conversan, se abrazan y besan, pero siguen siendo soledades. Un matrimonio anciano decide emprender un viaje que muestre el nuevo presente de sus hijos que han partido, ellos son exitosos en sus profesiones en otras ciudades, para ello parten en un tren hasta Tokio, la hija menor se queda en casa. Conocer a los nietos, ver las casas de los hijos, todo lo que han logrado con el esfuerzo de años de crianza, de sudor y vidas se materializan en este viaje a la ciudad más importante de Japón... los sueños y las imágenes preestablecidas como las del período Shōwa se materializan a la llegada a la estación.
Son recibidos por el hijo médico en su casa, en las afueras de la monumental ciudad japonesa, los hijos y la nuera viuda dan la bienvenida, los nietos también... aunque son más sinceros y muestran la incomodidad con sus padres... y la indiferencia con sus abuelos. ¿Algo pasa entre genereciones en el Japón después la Guerra? ¿Las culpas mutuas de la arrogancia?, los hijos quieren a sus padres eso es cierto, pero la ciudad no perdona y es capaz de hacernos traicionar lo que deseamos por lo que debemos hacer. Los hijos quieren estar con sus padres, al parecer, pero la mezquindad involutaria y muda demuestra que los padres no han llegado en buen momento... como si existieran momentos para hacer lo que uno tiene que hacer, la vida se encarga de hacernos perder esos momentos importantes por decisiones estupidas que nadie valorará después.
Los hijos valoran el sacrificio de sus padres y se esfuerzan por hacer lo mismo por sus hijos, mientras los abuelos miran con un silencio que parece ser comprensivo (y con la incomodidad disimulada) como la falta de tiempo les impide tratarlos como visitas ilustres. Entre los gestos, conversaciones y rituales comunes de la sociedad japonesa de los años cincuenta, las cosas parecen pasar y los días de viaje se acumulan sin mucho de los soñado, con más cuotas de sinsabores que de alegrías. ¿Qué fue lo que creamos? creo leer en las mentes de ambos padres en cada mirada humilde, en cada cuota de cortesía, al ver a un hijo doctor que no es capaz de salir un fin de semana con sus padres, o a una hija peluquera que no desea que sus padres se queden en su casa...
Con una cuota de conformismo decepcionante los padres deciden regresar a su ciudad, ya han visto que su nuera es una persona de muchos más valores que sus propios hijos tokiotas, ellos saben que este era el momento para las despedidas, para decir gracias mamá y gracias papá. Era un momento que desperdiciaron por las estupideces cotidianas La madre en la estación les dice que no regresará a Tokio nunca más. Mientras los hijos... por un momento (sólo por un momento) descubren que pueden perder las cosas que aman. la indiferencia y la frialdad de los hijos y nietos hacia los padres parece pasar la cuenta en algún momento en que los sueños se hacen menos tangibles.
¿Acaso no es decepcionante la vida? dice las últimas frases de esta Tokyo Monogatari de Yasujiro Ozu, para recordarnos una vez más que con los gestos también decimos "te amo" y "gracias". Pero que con el ruido y nuestro egoismo vamos convirtiendonos en soledades que crecen vacías y arrepentidas.
Saludos a todos.
Bonus Tracks
1.- Película en IMDB
2.- Comentarios en Filmaffinity
3.- Trailer
4.- Banda Sonora de Kojun Saito
Tokyo Story - Kojun Saitô
5.- Fotogramas
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