Era un día 10 de diciembre de 2008, el metro pasa, me bajo en Trocadero entre las tremendas moles del Museo del Hombre, aparece al fondo con un color azul, la Torre y me recibe con un destello de luces para pavonearse de esa majestuosidad odiada y querida de los parisinos, el frío no hacía los estragos que vendrán más adelante, al acercarme esa tremenda mole de fierros va tomando el cuerpo de un país que me baña en la historia, sigo caminando y no puedo creer que en el fondo de mi vista aparece el mismo puente sobre el Sena con las esculturas y el metro arriba...
Me imaginaba caminando por los fierros centenarios del mismo puente a ese hombre sin nombre que gritaba de horror mientras el metro pasaba por el puente de Bir-Hakeim... hoy más de treinta y seis años después el lugar estaba igual... El mismo decorado de la ciudad milenaria y los recuerdos de esa fogosa película volvieron a mi.
París parece no mentir en sus calles, y entre la belleza de sus edificios se esconden historias personales llenas de esfuerzo inmigrante, de diversos idiomas que confluyen, entre los turistas, los que se quedaron y los que han nacido ahí... como el señor del abrigo (Marlon Brando), el americano que descubre a esa joven que buscaba un piso en algún distrito del sector uno... algo extremadamente dificil, entre el desastre del apartamento, solo existe la química del sexo, que se huele como el vapor de la humedad... algo que nos desconoce a nosotros mismos y nos llena de nuestra verdad más animal que tratamos de esconder bajo nuestros ropajes de moralidad.
El piso comienza a convertirse en el lugar secreto en que todas las fantasías sexuales de Marcel se materializan en el cuerpo de la joven del sombrero. Mientras afuera lo que parece real se confunde con las escenas de una película, hay amor, sueños y recuerdos afuera... pero adentro de ese cuarto en que sólo la luz penetra entre las cortinas, se olvida París, los nombres y las historia, todo se convierte en gemidos, monstruos y pasión... algo que parece libre... entre la dominación y la libertad de volver una y otra vez a ese lugar para ser animales... a veces siento que necesitamos de un lugar en que no exista pasado ni futuro, sólo el momento en que las cosas pasen porque el cuerpo las pide... y que al salir las cosas sigan ahí. Como el París de Casablanca, el cuarto de los amantes sin nombre se convierte en la catedral de lo sagrado...
Algo que Chile no pudo ver en su momento porque la historia de Bertolucci fue prohibida para nuestros ojos infantiles... en los noventa aparece en cartelera después de quince años, una mujer con el pubis desnudo no daba tanta impresión como en esos días de los setenta, aunque la mantequilla seguía impactando y la imagen de inocencia de Schneider, la rudeza de Brando parecieran algo del pasado... en mi mente y mi recuerdo seguirá vivo el puente de Bir Hakeim con un metro entre Nation y Etoile, el Sena y el pasillo en que Brando gritaba para dar inicio a una de las historias más ardientes que el buen cine nos ha regalado.
Saludos a todos
Bonus Tracks
1.- Película en IMDB
2.- Comentarios en Filmaffinity
3.- La película en Wikipedia
4.- París y El Último Tango...
5.- Trailer
6.- La inolvidable música de Gato Barbieri
Ultimo - Gato
7.- El cartel en Impawards
8.- El puente de Bir Hakeim en París
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9.- Las locaciones de la película
10.- Fotogramas
1 comentario:
Y ni hablar del encanto de seducción que tiene la música de esta peli, muy adecuada.
Besitos más!
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